Por Miguel Domínguez
Elena Tortorelo era una cantante de tango. Si las versiones que circulan entre los investigadores de la música rioplatense son ciertas, y atendemos a la descripción del poeta Homero Manzi, hay que decir, por ejemplo, que cantaba el «tango como ninguna» y «en cada verso ponía su corazón». María Elena Tortolero era Malena de Toledo, a quien Manzi habría escrito uno de sus temas más importantes: “Malena”.
De su vida se sabe poco, o casi nada. No entró nunca al olimpo del tango pero su voz habría cautivado a más de uno en diferentes partes de Sudamérica a donde fue a llevar su canto, acompañada por diferentes orquestas en la década de los cuarenta.
Una de las pocas cosas que se saben de su biografía, es que estuvo casada con Genaro Salinas: la voz de oro de México. Fue su viuda, la encargada de traer su cuerpo a Buenos Aires cuando el cantante murió de manera misteriosa en Caracas. Y hoy, su nombre apuntado en la vieja lista de un panteón porteño, es la única pista que sirve para llegar hasta el sitio donde descansan los restos de aquel joven tampiqueño que probó la gloria y que conserva cientos de fanáticos alrededor del continente, que no tienen, nunca tuvieron, un sitio donde llevarle una flor para recordarlo.
Genaro Salinas nació en 1920, en Tampico, Tamaulipas. Todavía no tenía veinte años cuando se radicó en el Distrito Federal para empezar a cantar en vivo en la XEW, la estación más importante del país, en la que entre otros, cantaron Agustín Lara, Pedro Infante, Jorge Negrete y Pedro Vargas. Era la década de los cuarenta, y el bolero vivía su gran auge en el mercado mexicano. Y Salinas, a quien los críticos catalogan hasta la fecha como uno de los cantantes con mayores aptitudes vocales que ha tenido México, encontró rápidamente un espacio para desarrollar su carrera.
Según Omar Martínez Benavides, uno de los investigadores más importantes de la vida y la obra de Genaro Salinas, en 1941 firmó su primer contrato discográfico con la RCA y grabó temas acompañado por las orquestas de Rafael de Paz, Miguel Ángel Pazos y Absalón Pérez. Su repertorio entonces estaba integrado por temas que se convertirían en grandes éxitos como “La número cien”, “Callecita”, y “Aquella tarde”.
Pocos años más tarde, Salinas también habría grabado para la compañía Peerles, otra de las empresas importantes en la industria del disco. Con una carrera consolidándose y un creciente éxito en las estaciones de radio y en los emblemáticos centros nocturnos de aquella vieja Ciudad de México, el futuro ya ofrecía algunos problemas para Salinas. Martínez Benavides, quizá su biógrafo más fiel, sostiene que el talento y el arrastre popular que comenzó a mostrar “la voz de oro de México”, como ya lo llamaban, generaron las envidias de un gremio que ya no tenía más cupo para celebridades. Ello lo habría llevado a buscar el aplauso, ahora hacia el sur, en un largo camino que incluyó países como Colombia, Chile, Perú, Venezuela, y Argentina, donde de hecho radicó durante varios años.
FLORES SIN RETOÑO
Los cementerios argentinos son muy diferentes de aquellos que debió haber conocido Genaro Salinas en su México natal. En Chacarita por ejemplo, el gris predomina. Casi no hay colores y las flores escasean. Algunas, incluso, son de plástico.
“Flor sin retoño”, cantaba Salinas en la década de los cuarenta. “Yo la regaba con agua que cae del cielo/y la regaba con lagrimas de mis ojos/mis amigos me dijeron ya no riegues esa flor/esa flor ya no retoña tiene muerto el corazón”. Nadie sabe de dónde salió pero hoy, una pálida flor artificial adorna el nicho en el que se hallan sus restos. En la urna, se mezclaron las cenizas de Genaro y de Malena. Así lo quiso su familia, sumida en un largo silencio que sólo parece explicarse por la trágica y misteriosa muerte del tenor mexicano.
En el cementerio de Chacarita no hay registro alguno de Genaro Salinas. El interés de sus seguidores alrededor del mundo por conocer el sitio exacto donde reposan sus restos, se veía siempre disipado por el misterio. Y el tamaño del camposanto hace prácticamente imposible una búsqueda física. “Está enterrado en alguna parte dedicada a los artistas”, decían algunos especialistas en el tema, sin saber exactamente a qué se referían. Sencillamente no hay manera de hallar a Genaro Salinas buscando por su nombre. “¿Un cantante, mexicano?”, ¿»En los cincuenta?», «lo más probable es que ya no esté», responden insistentemente y con sinceridad los empleados del panteón encargados de llevar los archivos.
Pero está. Y para llegar a él, hay que hacerlo a través de su mujer. Malena, la que cantaba el tango como ninguna. La libreta que maneja Soraya Acuña, de la Secretaría de Acción Social de la Asociación de Actores Argentina, lo indica claramente: Tortorelo, de Salinas Elena, fallecida el 24 de noviembre de 1960. Su ficha, la número 247, en el empolvado cajón 184, guarda los datos de su entierro. Sólo entonces, debajo de su nombre, aparece el rastro de quien fuera considerado el tenor más dotado de su época: Salinas, Genaro, fallecido el 29 de abril de 1957. “Deben estar juntos”, señala sorprendida la empleada de la Asociación de Actores. Cuando falleció Elena, sus familiares decidieron juntar las cenizas en una sola urna. Lo dicho: no hay manera de llegar a Genaro Salinas, si no es a través de su viuda, fallecida tres años después que él.
El nicho es pequeño y dorado. A pesar del tiempo transcurrido, todavía brilla. En el frente se lee primero el nombre de ella con su fecha de nacimiento, y abajo el de Genaro Salinas. En el centro, con letras grandes y mayúsculas, la palabra “paz”. Las cenizas están en algo llamado el sector alto, pero para llegar hasta ahí, hay que bajar dos pisos por unas estrechas escaleras en el panteón de los actores, donde un vigilante atiende con la firme y casi única intención de ahuyentar a turistas y curiosos. El vigilante no recuerda la última vez que alguien visitó el nicho de Tortorelo y Salinas. Quizás nunca nadie lo ha hecho, una posibilidad que deja deslizar con una mirada silenciosa.
LA VOZ DE ORO
La figura de Genaro Salinas se ha ido agigantado con el tiempo, sobre todo, gracias al Internet, que ha permitido a sus seguidores -desperdigados alrededor del continente- reunirse en diferentes foros y páginas web donde analizan y comparten información sobre el cantante mexicano. Una de ellas, es “Música popular mexicana”, donde otra especialista, la doctora Egly Colín Molina, no duda en afirmar que “su estilo armonioso, unido a su prodigioso canto, lo representó entre los más cotizados tenores populares de su generación, y fue el más aventajado de los discípulos del gran juglar del siglo de oro de la canción popular, Tito Schipa, de quien técnicamente asimiló y desarrolló una depurada y elegante media voz”.
Colín Molina también defiende la teoría de que Genaro Salinas decidió irse de México, por sufrir un “bloqueo artístico” de parte de sus colegas, quienes se habrían sentido amenazados por los dotes del tenor. En lo que coinciden sus biógrafos, es que en el primer país donde se presentó, fuera de México, fue Cuba. Ahí, en La Habana, habría conocido a la que fue su segunda esposa: María Elena Tortorelo. A partir de entonces, y avecindado en Buenos Aires, empezaría una especie de segunda carrera artística para Genaro, en la que triunfaría en los escenarios de Sudamérica y se ausentaría casi por completo del panorama artístico de México.
La radio argentina El Mundo le abrió las puertas a Genaro Salinas, quien habría encontrado en Buenos Aires, un nuevo hogar, junto a Tortorelo y los dos hijos que conservaba de su primer matrimonio, con la mexicana María de la Luz Herrera: Genaro y Concepción Salinas. El recorte de un diario porteño que atesora el coleccionista Omar Benavides, muestra una entrevista a Genaro y a sus dos hijos cuando vivían en Buenos Aires, con quien sería su madrastra, Elena, a quien ellos llaman “mamita”. En la nota periodística, además de retratar la rutina de los niños mexicanos en Argentina, se menciona la presencia de Genaro Salinas en Radio Belgrano.
“El Club de los románticos”, de Argentina, en su radio “Tiempo de boleros”, da cuenta de una importante presentación de Salinas en la sala porteña “El tronío”, en la avenida Corrientes. “Su estilo romántico gustó hasta el delirio”, narran los especialistas, quienes de esa forma explican el hecho de que Genaro haya decidido avecindarse en Buenos Aires, tan lejos de su patria, a la que por otro lado, no tardaría demasiado en volver.
Para 1952, el tenor emprendió el regreso a México para grabar más discos, ahora interpretando música de Chile y Paraguay, con temas como «Mis noches sin ti» – «Mi dicha lejana» y «Paso a Paso”. Las grabaciones, realizadas por la RCA Victor, fueron un nuevo éxito para su carrera, lo que le permitió permanecer en su país por algún tiempo, hasta que una vez más, según sus biógrafos, fue objeto de ataques por parte de sus compañeros de generación. La versión más extendida indica que los otros cantantes se negaban a compartir cartel con él, por temor a verse opacados. Sin duda, se trata de una historia que se ha generalizado, quizás en parte por el entusiasmo de sus seguidores actuales. Como haya sido, lo cierto es que cuatro años después de volver a su tierra, el exilio lo esperaba una vez más.
LAS CENIZAS, EN EL AIRE
Cincuenta y dos años han pasado desde el fallecimiento del cantante, y en 2010, se cumplirá medio siglo desde que sus restos reposan reunidos con los de su viuda, Malena. También se cumplirá medio siglo desde que se suspendieron los pagos por los servicios del panteón. Y es que ahí, en la lista en la que se esconde la ubicación de las cenizas de Genaro Salinas, también sale a relucir otro dato: la familia de Salinas y Tortorelo, han perdido todo contacto con la Asociación de Actores Argentina que se encarga de administrar los servicios del panteón. No hay un solo pago registrado en la boleta después de que ingresaron las cenizas de Elena.
La propia encargada de la Secretaría de Acción Social de la Asociación de Actores, se sorprende de encontrar la boleta en blanco. Lo que más le sorprende en realidad, es que después de tanto tiempo sin que sus familiares se reporten a la oficina, las cenizas sigan en el panteón y no hayan sido retiradas. Después, intenta explicar: “Seguramente se mantienen porque todavía no hubo problema de espacio”, y por lógica, advierte que existe una posibilidad latente de que al no ser reclamados por nadie, los restos del matrimonio Salinas Tortorelo, sean desechados.
Pudimos comprobar que en Buenos Aires, en algún lugar cercano a Liniers, radica Concepción, la hija menor del cantante, mexicana de nacimiento, y que es la cabeza de una extensa familia porteña. Gracias a las redes sociales en Internet, surgió el nombre de Erica Oshiro, quien sería una bisnieta argentina del artista. La joven de 24 años, se dijo dispuesta a hablar sobre la carrera de su bisabuelo, e incluso a concertar una cita con su abuela para charlar sobre el legado artístico de Genaro Salinas. Sin embargo, el encuentro nunca se dio. La familia no ha hecho declaraciones sobre el cantante y parecen no estar dispuestos a cambiar esa postura.
¿Qué hay detrás de ese largo silencio? Sólo ellos lo saben, pero algunas pistas aparecen cuando se piensa en el trágico final que tuvo Salinas: murió en Caracas, en medio de lo que parecía el camino descendente de su carrera. La versión oficial de la Seguridad Nacional de Venezuela, es que falleció en un accidente vial. Lo habrían atropellado después de caer desde un puente. Así lo consignó por ejemplo, el diario El Nacional, de Caracas, que en la primera página, desplegó un extensa nota con el título: “Pereció el cantor Genaro Salinas”.
La versión de diferentes periodistas venezolanos que cubrieron el caso, entre ellos Germán Carias, es muy distinta: en plena dictadura de Marcos Pérez Jiménez, Salinas fue asesinado por un grupo de policías. Lo mataron a golpes y después le pasaron varias veces un auto por encima. Le tiraron dos botellas de ron para hacer creer que estaba borracho. La razón, según los dichos de los reporteros venezolanos, es que se metió, o intentó meterse con la mujer equivocada: la actriz argentina Zoé Ducós, quien estaba casada con Miguel Silvio Sánz, jefe de la División político-social de Venezuela.
A diferencia de El Nacional, otro diario, Panorama, puso más atención en la muerte de Salinas, e insistió con otras versiones distintas a las del accidente de tránsito. La cobertura en ese periódico venezolano se prolongó de manera diaria durante más de una semana. Aunque en varias notas publicadas durante los días posteriores al fallecimiento del cantante, hizo parecer que la hipótesis del accidente resultaba francamente inverosímil, el 9 de mayo de 1957, doce días después de la muerte, Panorama publicó una nota muy discordante con la cobertura que venía haciendo. “El cantante Genaro Salinas murió en forma accidental”, afirmaba categórico en el titular. “Se estableció que cayó del puente porque estaba ebrio”, aseguraba en el sumario y le daba crédito a un testigo, que apareció de pronto cuando en un principio decía que nadie había presenciado lo sucedido.
El tiempo transcurrido desde entonces, y la impunidad con la que actuaban los policías venezolanos de aquel régimen, han hecho a los seguidores del mexicano, perder las esperanzas de que algún día se esclarezcan las causas de su muerte, aunque en el fondo, son muy pocos los que dudan de la versión que incrimina a Miguel Silvio Sanz, como el autor intelectual del asesinato.
Mientras tanto, cincuenta años han pasado sin que sus seguidores puedan ir a rendirle tributo, un privilegio del que sí gozan tantos otros artistas en Argentina y en México. Y los años siguen pasando. Sus cenizas permanecerán en Chacarita hasta que el espacio sea insuficiente y las autoridades decidan retirarlas de la urna. Al mismo tiempo, el silencio en torno a su muerte se prolonga, pero «la voz de oro» sobrevive en sus canciones.
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